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LAS CUALIDADES DEL ASESOR EMPRESARIAL MODERNO

  MSc. Michelle Azuaje Pirela
URBE – Universidad Privada Dr. Rafael Belloso Chacín
mazuaje@urbe.edu.ve

Máster en Derecho de la Empresa (UAH), Especialista en Mediación para la Resolución de Conflictos (UNIRIOJA), Especialista en Derecho de Autor (UCM), Abogada (LUZ). Profesora de Pregrado y Postgrado, (URBE y URU). Miembro del Comité Académico de la Maestría en Derecho Mercantil (URBE).

 

Tradicionalmente, tal vez, desde los orígenes de la sociedad, se ha popularizado el lema “donde hay abogados hay problemas”. Y es que una de las funciones primordiales de estos profesionales, es precisamente resolver los problemas, diferencias de intereses o conflictos que puedan surgir entre las personas o entidades.

Así, a los abogados se les ha asociado a los conflictos en la más amplia acepción del término, porque supuestamente “de ellos viven”. Entonces, por qué no decir “donde hay abogados hay soluciones”, ¿Será cuestión de confianza?

Pero, en un mundo globalizado, multidisciplinario, de mecanismos alternos para solucionar los conflictos; de oralidad, en el que a veces queda de manifiesto la dificultad del aparato jurisdiccional para resolver los conflictos, no puede ocurrir otra cosa que cambiar la visión generalizada de que los abogados deben problematizar las causas, para seguir juicios extensos y “cobrar más”, o que los abogados son “pleitistas con título”.

El Abogado (sobre todo el asesor empresarial) tiene otras muchas facetas que explorar. Esa noción de conflicto afortunadamente, está comenzando a perder vigencia, siendo muy probable que el profesional del Derecho que no lo entienda, se quede rezagado. Y ello es así porque, ahora más que nunca los abogados tienen en sus manos “el poder de convencer”, que bien administrado, en lugar de juicios largos y tediosos, traerá soluciones rápidas y novedosas. Y en definitiva, profesionales altamente exitosos.

En el mundo de los negocios, en el mundo empresarial el tiempo es dinero. De manera que una creativa, rápida y amable solución a los problemas, traerá muchos más clientes satisfechos.

Claro está, no siempre el éxito depende del todo de un buen o mal abogado, pero, con el rol que éste tiene en la actualidad, contar con ciertas cualidades o habilidades, acercará más la probabilidad de obtener la victoria. Ello ocurre tanto en vía judicial como extrajudicial. En ese sentido, el autor Steven Goldberg (1994) expuso en su obra “Mi Primer Juicio Oral” lo siguiente:

“La Sala del Tribunal es un escenario sometido al escrutinio constante del jurado. El abogado que lo sabe bien se desempeña bien. El abogado que allí se siente cómodo deriva cierto confortamiento de la escena. El abogado que no sabe cómo manejar la situación e ingresa en el lugar depende de la suerte para garantizar que los jurados escuchen a los testigos, vean los elementos de prueba y comprendan el caso”.

Entonces, entre las cualidades que el abogado moderno debe reunir están las “histriónicas”, pasando del trato amable, humilde y cortés, a un trato fuerte e intimidante –pero siempre respetuoso eso sí- con el contrario, según se requiera a la hora de una negociación, conciliación o de una audiencia. El profesional del derecho tiene no sólo la tarea de argumentar con su impecable escritura, sino además de convencer con su expresión oral, y para ello habrá que utilizar todos los elementos jurídicos, académicos, técnicos, físicos y audiovisuales que el ordenamiento jurídico le permita. Pero, por sobre todas las cosas le hará falta creatividad, profundidad, seguridad en sí mismo y una impecable y clara dicción a la hora de expresarse, para hacer que hasta el tema más tedioso y denso, le parezca a su interlocutor la historia más sencilla, irrefutable y emocionante que haya escuchado en su vida.

Lo aburrido por lo general, resulta ser antónimo de lo convincente, y no por falta de razón, sino por desvío de atención. Una idea que no sea correctamente transmitida no cumplirá su función frente al interlocutor o aquel sujeto a quien se desee convencer. Esto lo han entendido algunas universidades (como la nuestra) que han incorporado la cátedra de oratoria forense a sus planes de estudio y que se preocupan por dotar de herramientas a los profesionales de esta disciplina.

De esta manera, como se ha dicho, el proceso de preparación del abogado amerita una buena expresión corporal, ya que, de acuerdo, con investigaciones desarrolladas en el campo de la neurolingüística, algunos factores como el tono de voz, expresión corporal o gestual y la postura de los interlocutores, representan un 93% del poder comunicacional de los seres humanos (Velandia, 2002).

Amerita además, hacerse del arte de hablar en público y aprender a explotar al máximo las técnicas de conciliación, negociación y mediación, entre otras tantas cosas.

Implica entender que todo conflicto por complicado que sea conlleva su lado positivo, el cual debe estar en capacidad de detectar. Todo lo dicho se convierte en un maravilloso don, o en una carencia dependiendo de cada abogado. Así, se ha advertido el riesgo de que la personalidad de éste llegue a privar sobre el Derecho mismo. Entonces, usted abogado o estudiante de Derecho pregúntese ¿ha aprendido a desarrollar su poder de convencer, o carece de él? Si lo tiene ¡cuídelo! Y si carece de él ¡nunca es tarde para aprender! Acabe con el mito: ¡Sea un abogado de soluciones!

 

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