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REFLEXIONES SOBRE LA TOLERANCIA MEDIADA

La Tolerancia como Virtud

Dra. Isabel Portillo
Coordinadora Maestría Gerencia de Recursos Humanos

En nuestra actual sociedad democrática hemos estado observando actitudes intolerantes con su efecto innegable en violencia. No sólo la intolerancia de menor nivel, que se vive con frecuencia en la vida cotidiana, sino aquella de un nivel escalado que para la percepción de algunos puede tener un tamiz hasta punible. Esto concretado en hechos con ciertas agresiones verbales incluso físicas por diferentes motivos: de raza, ideología, sexo o religión, marginaciones laborales y escolares. Destacando que éstos actos son resplandores de viejas actitudes del pasado (incluso no muy lejano).

Para poder reflexionar sobre ello, se hace necesario distinguir algunos postulados, comenzando por Sergio De Quadros (2009), quien distingue tres tipos de tolerancia: en primer lugar, la tolerancia magnánima que tiende a ser altiva, apoyándose en un ideal de generosidad y benevolencia; la tolerancia ponderada la cual busca soporte en un argumento de igualdad, y se fundamenta en un razonamiento prudencial; por último, el

Dra. Elizabeth García Rincón

razonamiento de la tolerancia amparadora, ésta pretende que sea un instrumento de transformación de la realidad. Sin embargo estos modelos parecieran ser débiles en cuanto al equilibrio de la relación de tolerancia, porque en los dos primeros se nota un desequilibrio que favorece al tolerante y, en el tercero, un desequilibrio en favor del tolerado (“protagonismo”).

Cabe señalar, que una amplitud a esta interpretación es la aportada por Michael Walzer (1996), quién distingue cinco niveles de presencia. Señalando que, la tolerancia es una actitud o un estado de espíritu. Un primer nivel es la práctica de la tolerancia religiosa que se destacó en los siglos XVI y XVII, y consiste en una aceptación resignada de las

Dr. Edison Perozo

diferencias con la finalidad de mantener la paz, quién sostenía: “Durante años y años los pueblos se mataron unos a otros y, por suerte, finalmente se inició un cierto agotamiento: a esto llamamos tolerancia”.

Un segundo nivel, enfocado a una actitud pasiva, relajada, indiferente a la divergencia que toma todos los tipos y variantes, que se identifica como una tolerancia de la indiferencia. Un tercer nivel, consiste en el resultado de un cierto tipo de estoicismo moral: un reconocimiento del principio que los “otros” tienen derechos, y que pueden llevar a cabo dichos derechos a la vez que puedan resultar poco atractivas. Un cuarto nivel, es aquella que demuestra una actitud de apertura hacia los otros, una voluntad de

Dr. Ubertino Paz

escuchar y aprender. Y un quinto nivel es la aceptación voluntaria y consciente de la diferencia, de la aprobación de la diversidad como parte de la creación divina, y de considerar que dicha diferencia es condición necesaria para un pleno desarrollo humano.

Por su parte Saltori (2009) sostiene que, desde el pluralismo también se puede entender el significado de tolerancia, consenso, disenso y conflicto. En este sentido, se interpreta que la Tolerancia no es indiferencia, ya que si somos indiferentes no tendríamos interés. Se entiende desde acá que la tolerancia no implica una visión relativista; quien tolera tiene creencias y principios, los considera verdaderos, pero al mismo tiempo permite que otros tengan el derecho de tener creencias divergentes.

Es importante destacar que estos postulados sobre la tolerancia nos conducen indefectiblemente a la tesis del perdón, y es precisamente ésta tesis desde la cual se produce una acción tolerante. Ante lo señalado se destaca lo manifestado por Helder Cámara (1971), para quien no sólo basta con realizar acciones no violentas, sino que la propia acción liberadora del hombre se produce desde el perdón la cual se constituye en el umbral para lograr la “Justicia y la Paz” de las sociedades.

Reflexionar sobre los mecanismos tolerantes para la resolución de los conflictos sociales nos lleva a un proceso de aprendizaje, que muy bien lo argumenta Evelyn Garrido Rodríguez (2008) quién aporta las bases y argumentos para la convivencia luego de períodos de violencia. Este proceso de aprendizaje implica la formación de nuevos valores y comportamientos que tienen que ver con: la reinterpretación del pasado violento, la humanización del otro y de sí mismo y el reconocimiento del otro como un cooperante potencial.

Estos estadios no ocurren únicamente en el ámbito individual (víctimas, victimarios y observadores), sino también en los modelos mentales compartidos de un determinado grupo social, y su existencia se debe a un conjunto de maximizadores o minimizadores de probabilidad de ocurrencia, los cuales están dados por decisiones políticas o procesos de diseño institucional.

Este proceso analítico debería ser utilizado como una herramienta para el estudio del perdón en procesos específicos de reconciliación, que pudieran contribuir a la resolución de múltiples problemas relacionados con los niveles de conflictividad y con ello la consolidación de nuevas reglas de juego, a través de las cuales se puedan establecer garantías para la convivencia. Estos problemas se refieren a la necesidad de la aplicación de la justicia, la inclusión de actores no armados, el desarme de organizaciones violentas, programas de asistencia a víctimas, a la reconstrucción sobre lo ocurrido y en fin, la reconstrucción de las relaciones sociales y políticas destruidas por dicho conflicto.

Puede plantearse entonces, que esta reconciliación pudiera apuntar a la creación de nuevas reglas de juego a través de las cuales se desvirtúa la dinámica violenta que contribuya a la construcción de las relaciones políticas y sociales. Estas reglas pudieran aparecer como instituciones formales, que permitan el abordaje del pasado desde el sistema político-jurídico; y que por ejemplo lo podemos observar en las leyes de amnistía que se han tomado en años anteriores por algunos países latinoamericanos como Colombia, Chile así como Venezuela, y en mecanismos informales, orientados a la cimentación de valores sociales y códigos de conducta.

Partiendo de lo anterior, cabría preguntarse ¿por medio de cuáles mecanismos se logra activar y fortalecer esta transformación institucional? ¿Puede ser el perdón uno de estos mecanismos utilizados con el fin de contribuir a la convivencia de individuos antes vinculados por relaciones de violencia?

Para Hélder Cámara (1974), dicha reconciliación es necesariamente racional al nacer de la razón de la fe. La tolerancia va más allá del simple hecho de aceptar las diferencias para obtener una convivencia mínima, se convierte en una esencial vivencia de sabiduría razonada desde la convicción que entendiendo la naturaleza de los ideales del otro se fortalecen las acciones comunes para lograr mejores condiciones de vida y fe, que no se limita a aceptar por resignación un mandato de sufrimiento como se ha tratado de confundir la tolerancia religiosa.

El protagonismo es fuente de conflictos entre personas en la relación de tolerancia, al hacer que unos se sientan elogiados y otros se perciban menospreciados; y el aislamiento se convierte en un problema por impedir que la tolerancia realice su función, tanto en su aspecto de intercambio de beneficios como en el de intercambio de los espacios necesarios. Por otro lado, no parece satisfactorio que la tolerancia se exprese sólo en términos de libertad e igualdad, ya que es posible imaginar una tolerancia fundada igualmente en la fraternidad como lo sostiene Helder Cámara.

Ante lo expuesto se indica que para que en la sociedad actual se den verdaderos mecanismos de convivencia y donde el disenso se convierta en elemento de progreso de la sociedad, es necesario construir una coexistencia entre una tolerancia basada en la libertad, igualdad y fraternidad. De allí que una tolerancia basada en la fraternidad acerca a los diferentes actores de la sociedad donde quede garantizada la libertad, la igualdad mediada por la fraternidad.

 

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