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VENEZUELA ¿LA DEMOCRACIA MAGINARIA DE LA QUE HABLA JORGE VOLPI?

  Dra. Doris Colina de Andrade
Universidad Privada Dr. Rafael Belloso Chacín, URBE
dmcolina@urbe.edu.ve

Dra. Ciencias Políticas, Magíster en Ciencias de la Educación. Mención Gerencia Educativa, Abogado, Lcda. Educación Integral. PEII Nivel B. Miembro del Comité Académico del Dra. Ciencias Políticas

Venezuela, sin olvidar el pasado histórico de los regímenes militares o dictatoriales desarrollados por largos periodos de tiempo, ha realizado grandes avances por consolidar la democracia como régimen de libertades. Se ha modificado o reformado las cartas magnas, tratando de realizar los ajustes necesarios buscando la manera de enraizarse en el ejercicio del poder, y a la par de esas reformas se van dictando y ejecutando leyes que se ajusten a esos mandatos constitucionales.

En consecuencia, la característica fundamental de este gobierno “democrático” en nuestra querida Venezuela es la de establecer un conjunto normativo espléndido que solo tiene vigencia en el papel, porque en la práctica solo se cumple la voluntad del caudillo o del partido político que detente el poder; es decir, en la ley se fija un conjunto de garantías individuales que son violadas u olvidadas en la praxis. Como lo señala Volpi (2009) en su libro El Insomnio de Bolívar, existe una paradoja latinoamericana: de un lado, la hipócrita veneración de las leyes escritas y, de otro, el burdo desprecio hacia su práctica.

No obstante, esto dio un giro importante el 06  de diciembre de 2015, cuando el pueblo democrático eligió una Asamblea Nacional opositora al régimen de gobierno, que tiene más de 17 años en el poder, sino con un poder legislativo afecto al mismo. De ahí que este cambio generó grandes expectativas que a solo cuatro meses de ejercicio se ha visto maniatada ante la acción gubernamental, que persiste en el desconocimiento de la voluntad popular.

Todo este proceso está enmarcado dentro de los grandes niveles de corrupción que galopan por América Latina, donde el individuo de a pie al ver solapados sus derechos, se niegan a cumplir con las leyes, justificándose en la conducta de sus pares, diciendo “si nadie las cumple, ¿por qué he de hacerlo yo?”, aunado esto a esa corrupción enquistada dentro de los organismos garantes de brindarle seguridad, por esta razón muchas veces son más temidos, por los ciudadanos, los miembros de los cuerpos policiales que los mismos delincuentes.

Dentro de este marco, llama poderosamente la atención el hipnotismo ejercido sobre las personas y las instituciones democráticas, las cuales no son independientes, coadyuvando al sinsabor que permanece en la boca de los ciudadanos, porque ante la violación flagrante de sus derechos no tienen opción válida de defensa. Por ende, es bueno señalar, conforme a la lectura de Volpi (2009), que Venezuela se encuentra sumida en ese proceso de democracias imaginarias que reina en  América Latina, pues existe un completo divorcio entre lo estipulado en las leyes y la realidad vivida en el país. En ese sentido, las mismas cavan un inmenso abismo entre los ciudadanos y las instituciones (porque éstas no se encuentran independizadas del poder, ocasionando serios daños a los ciudadanos quienes no logran conseguir la garantía de sus derechos).

Desde esta perspectiva, la democracia se ha convertido en una mera ilusión porque en la realidad no se garantizan los derechos del ciudadano bajo la tutela jurídica del Estado. Es decir, en nuestro país la democracia existe sólo para los que tienen suficiente poder o dinero para hacer valer sus derechos, mientras los otros, los desposeídos y pobres (que son la mayoría de la población), han de conformarse con sobrevivir en una “hermosa y resplandeciente democracia imaginaria”.

 

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